En una bolsa hecha con tela de saco echaremos toda las legumbres , añadimos 17 bolas de alcanfor , 17 granos de maíz y una cebolla pequeña ; después de rellenada la bolsa con todos sus componentes soplaremos humo de tabaco y vino seco tras lo cual coseremos la bolsa por ese único lado que nos faltaba .
Dejaremos la bolsa en un plato blanco y a ambos lados un velón blanco y otro morado que la iluminaran por 17 días en los cuales nos pasaremos esa bolsa por nuestro cuerpo pidiendo a San Lázaro que nos quite la enfermedad que sufrimos acompañado esta petición de la Oración a San Lázaro .
A los 17 días se lleva todo al monte bajo un árbol dejando 17 monedas junto a la obra .
Según los yoruba existe la predestinación. Sus tradiciones transmiten la certeza de que todo ser humano ya antes de nacer está en condiciones de decidir lo que quiere hacer cuando sea mayor. Por lo tanto, todo hombre tiene un “destino”, una finalidad en la vida, un camino, establecidos antes de que él pueda hacer opciones autónomas. Pero al mismo tiempo los yoruba creen también que la vida humana es el resultado de las opciones y de los actos que cada uno realiza personalmente. ¿Cómo conciliar estas dos opciones tan importantes en la existencia humana? De eso se ocupan los orisha.
El orisha es el alma de una persona, el espíritu divino que vive en lo profundo del yo e indica las opciones que deben hacerse para construir la propia existencia en forma positiva. Toda persona es libre de obedecer o no a su orisha. El que lo obedece es capaz de comunicarse mejor consigo mismo, es decir, aprender a reflexionar y mejorarse sin cesar. Si un hombre vive penosamente, agobiado por la desgracia y la tristeza, su vida sólo valdrá si es capaz de no abatirse y de confiar en su orisha. Algunos hombres son aplastados por las desgracias, otros en cambio las aprovechan perfectamente mejorando y acrecentando su madurez interna.
Los yoruba creen en multitud de orisha que no son sino expresiones diversas de Olodumare, el Dios Supremo. Los orisha como Shango, Ogun, Obatala, Oya, Eshu, etc., no se consideran entidades seperadas entre sí, sino como partes de una sola unidad divina. La mitología yoruba es particularmente rica. Nos explica que los orisha están esparcidos por todo el mundo. En los seres humanos, en todos los animales, árboles o rocas se encuentran rasgos de esos espíritus. Y ellos son los que permiten a los seres vivos formar parte de un proyecto que viene de “lo alto”, de realizarse espiritualmente entrando así en contacto íntimo con Olodumare.
Un día tres niños, Orisanku, hijo de Ogun, Oritemene, hijo de Ija y Afuwape, hijo de Orunmila, decidieron venir al mundo.
Antes de nacer quisieron elegirse su propio destino, pero ninguno de ellos sabía qué podría hacer en la vida. por eso Orunmila, el padre de Afuwape, acudió a consultar al oráculo. Después de oír sus respuestas, el sacerdote dijo: “Tu hijo tendrá mucho éxito en la vida, pero recuerda que antes que salga del paraíso, tú tienes que ofrecer por él un sacrificio. También tendrás que entregarle mil cauríes –conchas usadas como monedas- que deberá gastar en la casa de Alajamo –el anciano que,
según el mito, modela a los niños-. A cambio de esto, él podrá elegir su destino”. Orunmila siguió estas instrucciones dando a su hijo las monedas como le aconsejó el sumo sacerdote Babalowo.
Mientras tanto, Orisanku y Oritemere, que habían esperado mucho tiempo a Afuwape para ir con él a casa de Alajamo, al ver que no llegaba, decidieron marcharse sin su amigo. Al llegar no vieron al anciano, pero sí muchos “destinos” entre los cuales podían escoger. Orisanku dijo: “Yo escojo éste que me permitirá pasar una vida holgada y llena de riquezas”. Oritemere dirigiéndose a su amigo le dijo: “Yo no deseo ser tan rico, sino que prefiero una vida cómoda, con honores y que me permita viajar mucho”. Después de escoger cada uno la vida que prefería, salieron del paraíso para ir a la tierra.
Mientras tanto, Afuwape estaba de camino. Y, antes de llegar a la casa de Alajamo, en un rincón de la calle vio sentada a una señora anciana que parecía algo inquieta. Afuwape le preguntó amablemente: “¿Qué le ha pasado? ¿Necesita ayuda?” La mujer le contestó: “Hace tiempo que vino Alajamo para comprar cerveza y todavía no me la ha pagado”.
Al oír esta respuesta, Afuwape le preguntó cuánto le debía el anciano y ella contestó: “Me debe mil cauríes”. Afuwape, sin pensarlo dos veces, cogió los mil cauríes que le había dado su padre y se los puso en las manos. Entonces la anciana le preguntó a qué había ido allí. Afuwape respondió: “Voy a casa de Alajamo para elegir un destino antes de nacer”. La mujer le dijo que otros dos niños habían estado allí antes que él. Luego se marchó dándole las gracias por su generosidad.
Afuwape reanudó su camino hacia la casa de Alajamo. Estaba preocupado por no tener ya el dinero para escoger su destino. Cuando estaba ya cerca de la casa, vio que el anciano le salía al encuentro. “Te doy las gracias por todo lo que has hecho”, le dijo el hombre sonriendo. Has saldado mi deuda. Has comprendido que es un buen destino. Sin saberlo, has escogido ya el tuyo”. Afuwape se asombró al oír estas palabras porque no comprendía su significado. Siguió a Alajamo al jardín donde muy poco antes sus amigos Orisanku y Oritemere había elegido sus destinos. Sus ideas se aclararon cuando oyó las explicaciones del anciano: “Muchos hombres que han querido escoger el modo de vida más brillante no han tenido gran éxito. Otros, precisamente por tener grandes riquezas, ha vivido una vida difícil y con muchos enemigos”.
Después de haberle recomendado no escoger nunca los destinos más “brillantes”, el anciano le indicó cuál era la elección que debía hacer y le dijo: “Los hombres se crean problemas y desgracias.
No saben lo que es un buen destino. No saben que pueden influir en él y cambiarlo como has hecho tú dando los mil cauríes”. Dicho esto, rezó por Afuwape y bendiciéndolo lo envió al mundo. El niño salió del paraíso y tuvo mucho éxito durante su vida.
Orisanku y Orietemere se quedaron atónitos. No fueron tan afortunados en su vida como Afuware, a pesar de haber escogido un buen destino. De esta experiencia suya nació una canción que todavía hoy cantan los niños yoruba:
No sé dónde estaba mi amigo para escoger su propio destino. Si lo supiera, iría a escoger el mío ahora.
Abrir la sandía por la mitad verticalmente, corte la pulpa del interior y sáquela póngala en un cuenco e introduzca los ingredientes antes mencionados, primero el agua de rio luego los demás ingredientes dejando el aceite de oliva para lo último de modo que se llene hasta el borde.
Coloque las mechas y déjela los pies de Changó hasta que se queme todo el aceite
Entregarla en una palma real.
Muy importante
Con la pulpa de la sandía, se frota en el cuerpo de la persona, entonces se toma un baño de agua limpia y sólo entonces se encenderá la lámpara ofrecida a chango.
Cuando experimente una baja energía tanto física como monetariamente,
compre:
Un coco
Cualquier miércoles por la noche, coloque el fruto dentro del refrigerador. Al día siguiente beba la mitad del agua y con la otra, fregue la entrada de la puerta de su hogar o negocio.
Oddúa, en unos pataquies esta junto a Obatala, en otros es Obatala mismo. Se conoce de ordinario como un camino de Obatala, pero se le presta tanta atención por separado, que merece un tratamiento particular.
Oddúa Aremu. Significa años pasados y venideros, el comienzo y el fin, la vida y la muerte. Por su intermedio se conoce a Olorum y se percibe Olofi. Es uno de los caminos de Obatala mas viejos de los 16 que moran en Iroko y es uno de los guías principales como creador y ejecutor de justicia. Personifica un principio omnipotente e impersonal. No es un Orisha de Iworos o Sacerdotes de Osha sino de Babalawos y aunque es un camino de Obatala no se recibe en Osha, solo en Ifá.
No representa un estado definitivo de la muerte, sino una enseñanza sobre la brevedad de la vida, en una muerte dinámica y anunciadora de una nueva inmortalidad, simboliza la sabiduría de quien ha atravesado el umbral de lo desconocido y ha interpretado el mensaje de armonía divina.
Oddúa Obbá Brumú: Hijo directo de Olodumare, es la tierra firme del planeta, siendo su complemento, el agua y los océanos del planeta (representada por Yemaya Yembo). Entre estos dos seres se produjo una unión que origino el inicio de la vida. De ellos nacieron todos los Orishas. En la ultima etapa de Obatala Brumú en la tierra se conoció como Orishaoko, se sincretisa con el Santísimo Sacramento.
Oddúa Ayáguna: es el Obatala sordo y viejo, este Obatala vive y come en una Palmera.
Oddúa Abelli Lukosó: Vive en un sitio alto cerca del techo, en una tinaja o sopera, lleva plumas de loro y tanto sus herramientas como los adeleses son dobles.
En tierras de Oyó se cree que yebú y Babá Eggwaddo es el primer Orisha que habló y le traspaso a los hombres la facultad de hablar y el derecho de ejercitar el sexo.
NOTA: Oddúa es sincretizado en la religión Católica con Jesús Crucificado y el Santísimo Sacramento.